Reseña histórica

Reseña histórica

 

Esta obra tuvo sus comienzos en el mes de abril de 1930 con un servicio en un hogar en el condado de Manhattan. Como resultado de la predicación del evangelio por José Acevedo, fundador de esta Iglesia, siete personas aceptaron al Señor Jesucristo como su Salvador personal. 

Los primeros bautismos tuvieron lugar en el templo de una congregación de habla ingles en Palisades Park, New Jersey y seis personas fueron bautizadas.

El Pastor José y su esposa, la Hna. Elisa Acevedo.

El Pastor José y su esposa (la Hna. Elisa [«Nana»]) trabajaba con una congregación pequeña y vieron el numero de congregantes crecer, porque “El Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos”.

El primero de septiembre de 1930, la Iglesia fue formalmente organizada con 12 miembros. En 1931, la Iglesia fue incorporada como Iglesia Bautista de Habla Española. En 1947, el nombre original fue enmendado a Primera Iglesia Bautista de Habla Española.

La misión de la Iglesia está clara: predicad el evangelio de salvación y doctrinad a los que reciben la Palabra. A esta tarea nos dedicamos incondicionalmente.

La Primera Iglesia Bautista de Habla Española es una verdadera aventura de fe. Surgió a la vida en los comienzos de la gran depresión económica que se extendió desde el 1929 hasta 1940. A pesar de la adversidad de las circunstancias, la Primera Iglesia Bautista se ha mantenido en sostenimiento propio. Independizada de toda junta misionera, concilio o convención denominacional desde los años de su infancia hasta el presente momento.

Toda ayuda que ha recibido, la ha recibido del Señor de la mies. Tan gratas han sido las experiencias con Él, que la Iglesia se propone mantenerse dentro de su dependencia, segura que “el que comenzó en ella la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo.”

Reconocido y respetado como “obrero fiel que traza bien la Palabra de Verdad,” el Pastor José Acevedo fue llamado a la presencia del Señor en el 1977, después de una enfermedad de cuatro años de duración. Había sido el único pastor de esta Iglesia por 47 años. Dejó como legado una Iglesia fundada en la Palabra de Dios, independiente, evangelizadora, misionera y fundamental en doctrina.

El Pastor David y su esposa, la Hna. Nerida Acevedo

Durante la enfermedad prolongada del pastor, el Señor levantó a líderes laicos, enteramente instruidos en la sana doctrina y con visión para las almas perdidas, y la Iglesia continuó adelante. Las señales divinas confirmando esta labor fueron muchas almas viniendo al Señor y en tomo siendo añadidas a la Iglesia por medio del bautismo.

El día 19 de Noviembre de 1977, el hermano David Acevedo fue instalado como el segundo pastor de la Iglesia. Durante esta segunda etapa, el número de miembros aumentó más que el doble y el esfuerzo misionero se extiendó a todos los países de Sudamérica, América Central, además de España.

El Pastor David era conocido en el mundo hispano como un fiel exponente de todo el consejo de Dios. Su esposa, la Hna. Nerida («Nera»), era su compañera y ayudante por más de 60 años.

El Pastor David Acevedo fue promovido a la gloria el 4 octubre 2018. Su legado queda dentro de nuestra iglesia con la sana doctrina, la música sagrada y el comunión fraternal.

En el día 11 de julio del año 2021, después de mucha oración y con la aprobación de la Iglesia, el hermano Gregorio Murillo Martínez fue instalado como el tercer pastor en la historia de nuestra Iglesia.

Pastor Gregorio Murillo Martínez

En esta nueva etapa, el Pastor Murillo y su esposa, la Hna. Adriana, ya forman una parte importante en la historia de nuestra Iglesia. Junto con los hermanos miembros de la Iglesia, ellos han dedicado sus vidas a la proclamación de las buenas nuevas de la salvación y el cuidado del cuerpo de Cristo.

La misión de la Iglesia está clara: predicad el evangelio de salvación y doctrinad a los que reciben la Palabra. A esta tarea nos dedicamos incondicionalmente.

Quiera el Señor que nuestra próxima mudanza sea a “la cuidad de firmes fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios.” Esperamos la voz del arcángel, la aclamación y el sonido de la trompeta final; y con todos los santos de todas las edades, que están en los cielos y que están en la tierra, nos unimos y decimos: “Amen, sea así. Ven Señor Jesús.”